El dibujante y pintor Da Vinci pensó en cumplir el sueño de volar, pero a pesar de sus múltiples intentos murió sin lograrlo. Tiempo después otro soñador lo lograría, dando el gran salto.
El sueño de volar para el ser humano siempre fue una fantasía o tan solo un sueño que moría en ciertos momentos, pero en conforme la raza humana fue desarrollándose ya el tiempo para volar estaba cerca. Lo que tan solo era algo que pasaba por la mente se estaba a punto de convertir en realidad, esta expectativa era tan grande que hasta el renacentista Leonardo da Vinci se preocupó por el ¿Cómo volar?
Pero la historia de volar es mucho más antigua de lo que uno imagina, aunque los detalles de la historia no son exactos, según la BBC Mundo “se calcula que hace unos 2.500 años, los chinos armaron una estructura simple de bambú y seda que se convirtió en la primera cometa”. De esta manera se estaba dando paso a poder volar.
La experta en fluidodinámica Shimi Somara en una entrevista a la BBC Mundo afirma que "Fue la primera vez que los humanos comprendieron que eran capaces de hacer estructuras que podían desafiar la gravedad y volar, a pesar de ser más pesadas que el aire". La mente de la raza humana estaba fantaseando algo que en realidad años después formaría parte de la revolución industrial.
Da Vinci desde muy joven demostró que estaba hecho para pintar y dibujar de manera magistral, su secreto estaba en ser minucioso para tratar de hacer ver la estructura debajo de la superficie. Este a su vez estaba interesado en entender de qué manera funcionan los cuerpos de los humanos y los animales, dentro de ellos mostraba mucha curiosidad por los que vuelan.
Quería saber cómo el batir de sus alas les mantiene flotando en el aire, era algo que se preguntaba infinidad de veces. Él estaba convencido de que sí descubre ese secreto tendría el código para poder volar.
Al pintor se le ocurrió muchas ideas que no funcionaron a su perfección y no pudo lograr cumplir el sueño ansiado de la humanidad, el volar. Pensó en unir plumas a los brazos del hombre, pero luego se dio cuenta de que eso no funcionará debido a que los músculos humanos no son lo suficientemente fuertes.
Tiempo después se le ocurrió la idea de crear un máquina con alas batientes parecida a un pájaro, con esta idea pensó que revolucionará el mundo, pero eso no sucedió. Durante su tiempo diseñó una docena de máquinas con alas pero se desconoce si alguna de ellas voló.
Tres siglos después en la ciudad costera de Scarborough, Inglaterra, destino de moda a principios del siglo XIX ocurrió algo que rompería los paradigmas y el secreto de volar. Allá vivía un rico baronet, Sir George Cayley, quien era un politólogo con el mismo sueño que Da Vinci el de volar, este sueño nació un día cuando miraba volar a las gaviotas en una playa.
George Cayley empezó a investigar y fue descubriendo el secreto, así creó el brazo giratorio, un aparato para hacer un experimento. Lo que realizó fue subirse a la parte alta de su mansión “para aprovechar el espacio vacío que quedaba en medio de las grandiosas escaleras para soltar unas pesas amarradas con una cuerda que hacían girar el brazo largo del aparato”, según la BBC Mundo.
Cayley notó que si la placa estaba plana, el brazo giratorio se mantenía nivelado mientras se movía y, por lo tanto, no había elevación. Luego cuando inclinó la placa unos grados, sucedió algo mágico: al girar, el brazo se elevaba.
Gracias a ese experimento se dio el gran salto y el volar se convertiría en una realidad, porque hasta ese entonces los científicos pensaban que la elevación sólo era posible a través de una acción mecánica, es decir, el aleteo de las alas.